Considero digno preguntarnos
si hoy día sabemos lo que valemos, lo que podemos y lo que se nos debe. Es menester preguntarnos
también si desde las esferas del poder se busca inhibir el potencial de cada
uno de nosotros, en perjuicio del mismo manifestado en el conjunto de personas
soberanas, y en detrimento de la percepción de este en el conjunto de la
masa.
Toca saber también, si lo que se pretende es blindar las cadenas o extenuar a los capturados, puesto que se sabe en demasía que estas se rompen siempre desde el eslabón más débil.
Inquirir en la imagen que tenemos del tirano nos puede dar una pista de qué tan urgente es revisar si las viejas categorías se adecuan a los nuevos tiempos y a los venideros, a fin de no abrir las murallas y dejar entrar al caballo de Troya que, cual lobo con piel de cordero, debilite desde el interior el amor por lo verdadero, por lo real y por lo auténtico. Urge y considero de vital importancia subordinar el ‘deber ser’ o las creencias que limitan nuestra autonomía, que nos quitan las riendas y que buscan constantemente menguar las brasas en nuestros corazones, puesto que es desde estas mismas que se sirven los que, con su accionar, buscan inspirar y reavivar el fuego del otro como si del suyo se tratase. No dejemos que los medios se transformen en los fines, no hagamos de la apatía moneda corriente ni de la empatía una expiación de nuestras propias frustraciones.
Cierto es que nadie tiene mayor obligación en la vida que construir y desarrollar su propio camino, pero como si de una gran obra de teatro la vida se tratase, desempeñemos de la mejor manera nuestro propio papel sin avanzar sobre el del compañero en pos de la composición de la mejor escena.
Las fricciones de la máquina de picar carne terminarán, eventualmente, por descomponerla, y es en nuestro fuero interno y en nuestra conciencia donde se dictaminará si nuestras acciones oficiarán de aceite sus engranajes o si dejaremos, por fin, que las cosas caigan por su propio peso y que termine de averiarse. De nosotros depende cortar con la fatídica tradición de seguir mudando de cadenas y, responsablemente, preferir la verdadera libertad a tan solo tener amos justos.
Toca saber también, si lo que se pretende es blindar las cadenas o extenuar a los capturados, puesto que se sabe en demasía que estas se rompen siempre desde el eslabón más débil.
Inquirir en la imagen que tenemos del tirano nos puede dar una pista de qué tan urgente es revisar si las viejas categorías se adecuan a los nuevos tiempos y a los venideros, a fin de no abrir las murallas y dejar entrar al caballo de Troya que, cual lobo con piel de cordero, debilite desde el interior el amor por lo verdadero, por lo real y por lo auténtico. Urge y considero de vital importancia subordinar el ‘deber ser’ o las creencias que limitan nuestra autonomía, que nos quitan las riendas y que buscan constantemente menguar las brasas en nuestros corazones, puesto que es desde estas mismas que se sirven los que, con su accionar, buscan inspirar y reavivar el fuego del otro como si del suyo se tratase. No dejemos que los medios se transformen en los fines, no hagamos de la apatía moneda corriente ni de la empatía una expiación de nuestras propias frustraciones.
Cierto es que nadie tiene mayor obligación en la vida que construir y desarrollar su propio camino, pero como si de una gran obra de teatro la vida se tratase, desempeñemos de la mejor manera nuestro propio papel sin avanzar sobre el del compañero en pos de la composición de la mejor escena.
Las fricciones de la máquina de picar carne terminarán, eventualmente, por descomponerla, y es en nuestro fuero interno y en nuestra conciencia donde se dictaminará si nuestras acciones oficiarán de aceite sus engranajes o si dejaremos, por fin, que las cosas caigan por su propio peso y que termine de averiarse. De nosotros depende cortar con la fatídica tradición de seguir mudando de cadenas y, responsablemente, preferir la verdadera libertad a tan solo tener amos justos.
A mi humilde entender, a la mayoría les vence la inacción, porque les han convencido del poco peso de sus acciones si estás no se ven respaldadas por las de la mayoría. Es decir, si no eres parte del rebaño, hasta que no convenzas al resto del rebaño, no existes ni sirve nada de lo que hagas. Creo que es un error pensar así y que tratan de que no nos demos cuenta de ello.
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