33 - Llega la vista del ciego
Sanctus Saturnus!
Nada en esta vida llega sin sacrificio como sin trabajo duro. Muchas veces, sin embargo, se requiere más de astucia e inteligencia que de trabajo duro; mientras uno enriquece el sentido pragmático el otro lo hace en voluntad y espíritu.
Es por eso que en nuestro diario vivir, nos vemos rodeados de una multiplicidad de factores que van influyendo, a menor o en menor medida, a nuestros objetivos.
Desde luego, es necesario evaluar y entender la responsabilidad de nuestras decisiones como el de nuestro pensar; cada acto y pensamiento nos lleva hacia algo, tanto como si no. Es esto lo que forja la voluntad y la entereza de perseguir nuestras metas.
Te imaginas a algún grande filósofo, pensador, científico que han trascendido a la historia, como a sí mismos, ¿si hubieran hecho caso a las críticas y a las burlas? Muy lejos no hubieran llegado te lo aseguro porque la “tribu”, como diría Nietzsche, busca absorberte en su tradicional moral y mediocridad.
Depende también hacia dónde quieras ir aunque los “comos” no siempre resulten sencillos, fáciles ni perceptibles. Ahí está la vida, ahí está tu destino. Tienes que tomarlo aunque cueste y aunque te rechacen, te juzguen y te critiquen.
Es por ello que la mentalidad juega un papel importantísimo en la vida de todo hombre, más de todo mago porque este es quién le dará las llaves y accesos a los múltiples reinos, tanto mortales como inmortales.
La trascendencia, entonces, radica en la firme voluntad y en la completa acertividad de tu obra y tu Ser. Como un firme creyente y obrador de que la Existencia precede a la esencia y que la voluntad e inteligencia determinan siempre el presente, no puedo más que sino honrar a mi espíritu y mi potencia, mi capacidad de construirme a pesar de las complejidades del propio Ser, aún y con todo sus condicionamientos, a pesar y con todo y las inclemencias del entorno.
Prestar atención no es sencillo, pero es esencial para el verdadero cambio. Sé que no tengo nada escrito pero es ahí dónde radica mi grandeza y la manifestación de todas mis posibilidades.
Ser, entonces, mi propio Lucifer, mi propio Shiva, mi propio Saturno, mi propia versión de la divinidad, hacerme un culto hacia mi constante evolución, pero no uno como el dios cualquiera, sino uno que trasciende su mortalidad.
Tiempo, todo es cuestión de tiempo.
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